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Ante la situación que está viviendo la comunidad educativa del Colegio Público de Educación Especial Ramón y Cajal y la repercusión que ha tenido en gran parte de los medios de comunicación, los 24 directores de los centros específicos de la Comunidad de Madrid queremos manifestar lo siguiente:
Nuestros colegios públicos son la muestra que nuestra sociedad es capaz de dar una respuesta educativa de calidad a las personas con más necesidades educativas. Sólo conocemos realmente la dimensión de estos centros, los profesionales que trabajamos en los mismos, los que se acercan a conocer el trabajo que en ellos se realiza; y, por supuesto, las familias de estos alumnos y los propios chicos.

En nuestros centros incorporamos alumnado de todo tipo de necesidades educativas especiales. Esto supone que atendemos a alumnos con discapacidad intelectual, y en muchos casos, además, problemas motores, trastorno de espectro autista, problemas graves de salud, síndromes degenerativos, trastornos psiquiátricos, problemas conductuales, déficits sensoriales, trastornos del lenguaje, alumnos con sistemas de comunicación alternativa, alumnado con necesidad de ayudas técnicas de acceso al currículum, y un largo etcétera. Es lo que nos gusta llamar “La Diversidad en la Diversidad”. Esta variedad requiere un componente de especialización muy amplio que abarca multitud de campos.

Son centros escolares en los que, a la vez que se está dando una respuesta educativa, se están proporcionando cuidados sanitarios, sociales, apoyo a las familias; se buscan recursos de todo tipo. La finalidad educativa varía casi con cada persona. Durante la escolaridad, los recibimos con 3 años y se van con 21, acompañamos a los alumnos en todo su proceso madurativo. Hasta muchos años después de marcharse, algunos alumnos siguen viniendo a vernos, especialmente si tienen algún problema.

Nuestros logros, a veces no entendibles fuera de este entorno, no son cuantificables, pero se celebran con una gran alegría por toda la comunidad educativa. Son cosas como que un alumno de espectro autista actúe en un teatro, que una persona pueda al fin comunicarse gracias a un dispositivo electrónico, que un alumno se vista solo o que otro haya pasado un día entero sin tener ni un solo registro de auto o hetero-agresión.

El centro se convierte durante estos 18 años en el lugar de mayor apoyo para las familias. Así nos lo manifiestan. Muchas veces servimos como mediadores expertos entre éstas y otras instituciones, especialmente en zonas donde las necesidades económicas y sociales son muy grandes.

Con alumnos con trastornos graves de salud mental, nos encontramos con problemas gravísimos de difícil solución y los afrontamos con una entereza encomiable. Somos muchísimos los profesionales que hemos sido agredidos en los centros de educación especial y seguimos luchando por la dignidad de los menores con trastornos de este tipo. Flexibilizamos nuestro trabajo hasta límites insospechados. No hay mayor satisfacción que ver a algunos de estos niños y jóvenes, a veces después de ingresos hospitalarios e incluso residenciales, mejorar y estabilizarse. En toda esta situación estamos acompañando y facilitando al menor y a su familia un proceso durísimo.

En los casos de alumnos con síndromes degenerativos o problemas de salud muy graves les posibilitamos que mantengan una vida lo más similar a otro niño. Sus familias saben que están atendidos, cuidados y mimados en un entorno escolar alegre. Arropar a las personas en situaciones tan dolorosas como la muerte de un hijo es algo que también, por desgracia, nos toca vivir.

Las relaciones afectivas y las emociones son uno de los motores de nuestros centros.
Lo primero porque nuestros alumnos nos ofrecen amor a raudales. Poca gente tiene la suerte de recibir tanto en su trabajo.

Con las familias también establecemos vínculos muy estrechos. Al principio en muchas ocasiones se muestran recelosos, tienen miedo porque muchos de sus hijos no les pueden contar lo que hacen en el colegio. Con el tiempo y ganada su confianza, somos su paño de lágrimas, el hombro en quien llorar. Compartimos las alegrías y las tristezas. También creo que poca gente llorará tanto en su trabajo. Son familias especiales, porque tienen que afrontar situaciones a veces muy duras, a veces muy bellas.

También decir que sorprendentemente somos colegios llenos de alegría. El sentido del humor, a veces casi terapéutico, nos mantiene en este tobogán emocional. Es cierto que los profesionales que trabajamos en estos centros, tenemos mucho de actores y mucho de payasos. Muchos de nuestros alumnos también. Pero la ocasión lo requiere.

Muchas personas se acercan a nuestros niños desde la lástima, el desconocimiento y la tristeza. “Yo no podría trabajar donde tu trabajas”. Nosotros vemos a nuestros niños desde valores como el respeto, la equidad, la tolerancia, vemos la diversidad como enriquecedora. Enseñamos y aprendemos cada día a valorar cada momento, a valorar el esfuerzo más que el resultado, a que la meta no está lejos sino en el próximo paso. A celebrar, simplemente, que estamos vivos.

Los profesionales hablamos desde la familiaridad, desde el afecto, desde el absurdo porque a veces la propia situación lo es. Nos reímos, hacemos que lloramos, les abrazamos, les besamos, damos saltos de alegría. Por el colegio se oyen muchas voces. Muchas veces se oye “Que bien”; “Muy bien”; otras: “Estoy muy enfadada”. Se oyen risas y llantos, se oye vida. Cada niño responde de un modo. Algunas veces también nos enfadamos porque somos humanos y en ocasiones es muy difícil, casi imposible mantener la entereza. Son muchas las manos de profesionales que se ven con señales de arañazos y mordiscos: hay veces que cuando los padres de un niño vienen a protestar, con toda la razón del mundo, porque a su niño le han mordido o arañado, su profe le enseña esas manos y lo entienden. Lo que en una escuela infantil pasa con niños de 1 o 2 años, en nuestros centros puede pasar con chicos de hasta 20 años, es evidente la diferencia de tamaño.

Los profesionales de nuestros colegios son, en la mayoría de las ocasiones, personas que están porque les gusta su trabajo. Es raro que haya una mala praxis profesional que no sea por accidente. En caso de que se detecte que una persona no actúa con la profesionalidad requerida el resto no lo encubren. Cuando así ha sido, se han tomado las medidas oportunas para que no vuelva a ocurrir.

Tenemos alumnos con problemas graves de psiquiatría que cuando están desajustados se sienten muy mal. A pesar de intentar flexibilizar nuestra respuesta, nuestro entorno no dispone de los recursos óptimos para atenderlos. No tenemos personal psiquiátrico que pueda responder a las crisis tan graves que se producen en nuestros alumnos. La respuesta que podemos darles, si su psiquiatra la ha pautado, es una pastilla que llaman de “rescate”. Y esperar que el SAMUR tarde poco. Mientras, con toda nuestra buena intención actuamos con todo el interés para que la situación sea lo menos mala posible. Desde protocolos elaborados por los propios centros, hacemos unos programas de intervención individualizados para cada caso en los que decidimos que es lo mejor para ellos, para el resto de alumnos de su grupo y para los profesionales. Que también somos humanos y muy humanos. En nuestros centros, hay profesionales que han estado de baja por la agresión de un alumno.

Cuando un niño o joven presenta una época de crisis de esta índole, todo el colegio se desajusta para darle respuesta. Los profesionales del ciclo que le atienden, el departamento de orientación y equipo directivo dedican gran parte de su esfuerzo para resolver situaciones muy graves. Anteponemos siempre la seguridad de los alumnos a la nuestra. Tampoco habrá muchos trabajos a los que vayas sabiendo que pueden pegarte.

Pero con todo esto, decir también que no se olvide nadie de que somos centros escolares, centros en los que se enseña y aprende, a cada uno dentro de sus posibilidades, a hablar a andar, a leer a escribir, a relacionarse con los demás. Centros en los que vamos de excursión, hacemos teatro, danza, cine, pintamos, hacemos deporte, etc. Somos centros educativos, ni más ni menos, con un currículum amplísimo que abarca gran cantidad de objetivos educativos. Hay una programación individual para cada alumno. Los profesionales estamos en permanente formación para desarrollar nuevas técnicas o aprender nuevas tecnologías.

Terminamos agradeciendo a todos y cada uno de nuestros compañeros: maestros de educación especial y/o audición y lenguaje, orientadores, fisioterapeutas, técnicos educativos, enfermeras, auxiliares de enfermería, trabajadores sociales, integradores sociales, terapeutas ocupacionales, profesores de educación física, música, religión, profesores de taller, administrativos, conserjes; a los profesionales de otras empresas (comedor, trasporte, limpieza) que también atienden a nuestros alumnos. Nuestra gran admiración por la implicación, el cuidado, amor, humor y profesionalidad con los que afrontamos nuestro trabajo. Somos muchos los que nos quedamos en cada uno de nuestros centros durante muchos años; casi toda nuestra vida laboral. Son centros que enganchan, de los que no te puedes marchar.

Mi agradecimiento también a las familias, por lo que nos han enseñado, por todos esos “gracias” mutuos que hemos tenido y por todos esos momentos de tristezas y alegrías que hemos compartido. Son auténticos héroes anónimos en muchas ocasiones. Muchos nos consideran la segunda familia de sus hijos.

Y agradecemos, sobre todo, a nuestros alumnos. Personas especiales en todos los sentidos. Nos han dado mucho amor, nos han aportado muchos instantes de felicidad a cada uno de nosotros. No olvidamos a ninguno. Nos han dado muchas alegrías. Nos han ensañado a superar las dificultades, a afrontar la diversidad desde el respeto. A valorar en la vida lo verdaderamente importante. Son niños muy vulnerables y a la vez tremendamente fuertes. Nos han hecho mejores personas. Son los principales protagonistas de que un lugar de trabajo sea un segundo hogar para todos.
Nos hubiera encantado que un centro de educación especial hubiera salido en la prensa porque alguien se hubiera acercado a nosotros a hacer un buen documental, o porque hubieran premiado a uno de los muchos profesionales que trabajamos en ellos y lo merecen, con un premio importante.

Si se quiere profundizar, en las webs de los colegios públicos de educación especial se pueden conocer más nuestros centros.

Nos preocupan especialmente las familias de los niños que tienen que venir nuevos a los centros públicos. Pueden estar alarmados con las noticias que hay en los medios de comunicación. Ya bastante difícil es al principio entender que tu hijo tiene que ir a un centro específico como para que, encima, lo hagas con el miedo a que les puedan hacer algo. Que tengan la garantía de que sus hijos van a estar cuidados, queridos y educados con todos los medios que están a nuestro alcance.

A la Comunidad del Colegio Público Ramón y Cajal de Getafe, deciros que, más allá de lo que se dirima en los tribunales, sepáis que estamos con vosotros. Sentimos mucho la situación que estáis viviendo, nos parece terrible e injusta para todos: alumnos, familias y profesionales. Todos nos identificamos con vosotros.

Un grandísimo abrazo, de esos que recibimos todos los días, de cada uno de los directores de los colegios hermanos:

CPEE Infanta Elena
CPEE Pablo Picasso
CPEE Ramón y Cajal
CPEE Miguel Hernández
CPEE Inmaculada Concepción
CPEE Sor Juana Inés de la Cruz
CPEE Vicente Ferrer
CPEE Fundación Goyeneche
CPEE Guadarrama
CPEE Fray Pedro Ponce de León
CPEE Joan Miró
CPEE María Montessori
CPEE Severo Ochoa
CPEE Peñalara
CPEE Francisco del Pozo
CPEE LA Quinta del Pardo
CPEE Alfonso X El Sabio
CPEE Princesa Sofía
CPEE María Soriano
CPEE Miguel de Unamuno
CPEE Vallecas
CPEE Juan XXIII
CPEE Monte Abantos
CPEE Príncipe de Asturias